martes, 13 de julio de 2010

Y después del viaje...

Si tuviera que volver a Noruega, no lo haría en crucero. No porque considere que haya estado por debajo de las expectativas, sino porque creo que un crucero es para un tipo de viajeros muy específico, aquellos para los que la comodidad del viaje prima sobre cualquier otra cosa.

Un crucero permite hacerte una idea de los lugares que visitas, y te da la sensación de no estar viajando, porque tu hotel se mueve contigo. Es además el modo perfecto para viajar con niños.

Pero si como para nosotros lo que prima es ver el máximo posible del lugar que visitas, un crucero te limita bastante, porque tienes el tiempo muy justo, y pierdes la libertad de pasar más o menos tiempo del que a veces desearías.

Personalmente, creo que Noruega es un lugar que hay que visitar por tierra, haciendo largas jornadas porque las 18-20 horas de luz que tiene el día (o más si se viaja hacia el norte) te lo permiten, en una autocaravana, o parando en un pueblecito al borde de un fiordo o de un lago cuando el día llegue a su fin, y comer salmón y un filete de reno donde te apetezca, sin el tiempo prefijado por la llegada y salida de un crucero. Parar más tiempo en Geiranger, ir al Jostedal, subir al Púlpito, parar a menudo para ver los lagos, las montañas nevadas, los glaciares, los fiordos, encontrarte con una manada de renos… y eso en un crucero en imposible. A cambio, no hay que hacer y deshacer maletas diariamente, no hay que conducir y preocuparse en buscar alojamiento, ni buscar un buen restaurante para comer… Es todo cuestión de gustos.

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