martes, 13 de julio de 2010

Día 3: Oslo

La mañana en Oslo llegó cargada de nubes que amenazaban un mal día, y desembarcamos en pleno centro de la ciudad, junto al Ayuntamiento.

La ciudad es pequeña, y como desembarcas en el centro, te permite recorrerla a pie salvo si quieres ir al parque Vigeland (se puede coger un tranvía en la plaza del Ayuntamiento, o junto a la Opera) o a la península de Bygdoy, accesible por barco desde la plaza del Ayuntamiento. Al igual que en Copenhague, fuimos por libre, esta vez junto con nuestros amigos Edu y Ana, que conocimos en el barco.

Oslo no es una ciudad excesivamente bonita, pero tiene algún punto de interés que sí merece la pena. Del centro y la zona del puerto, que es lo primero que recorrimos al tiempo que el día cambiaba y se abría hasta disfrutar de un sol espléndido, destaca el Centro Nobel, donde se entrega el premio Nobel de la Paz, el Ayuntamiento, el Palacio Real, y la Galería Nacional, donde se encuentra “El Grito” de Munch, y que no pudimos ver por ser lunes, día de cierre del museo.

Nuestro tiempo era muy limitado en Oslo, así que rápidamente recorrimos la principal arteria comercial de la ciudad hasta el palacio de la Opera, un edificio moderno junto al mar, y con una arquitectura peculiar que te permite andar sobre cualquier punto del edificio. Curioso más que bonito.


Para ir al parque Vigeland cogimos un tranvía. Las máquinas expendedoras de billetes no funcionaban, aunque se pueden coger los billetes directamente en el tranvía. Es recomendable hacerlo en la máquina, ya que cuesta 26Kn (unos 3,5€), frente a las 40Kn (unos 6€), que cuesta si te los da el conductor. Un poco caro para un recorrido urbano, pero en fin, estamos en el país más caro de Europa.

Sólo por el parque, Oslo merece una visita. Gustav Vigeland dedicó su vida a este parque, y lo llenó de estatuas que representan los momentos de la vida del ser humano. Tiene un paseo central flanqueado por decenas de estatuas, y un espacio al fondo del parque con una concentración de estatuas maravillosa.

No había tiempo para más, nos quedó por ver la península de Bygdoy, sede de los museos Kom Tiki y del Folklore, pero el barco zarpaba ya destino Stavanger. Algunos de nuestros compañeros estuvieron en una estación de invierno en una ladera junto a Oslo, desde la que se debía tener una buena panorámica de Oslo. No tuvimos ocasión de comprobarlo.

Al barco, y rumbo a Stavanger, la capital del petróleo y las sardinas.

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