martes, 13 de julio de 2010

Los Fiordos

Este verano nuestro viaje ha sido a los Fiordos Noruegos. Ha sido nuestro primer Crucero, visitando Kiel, Copenhague, Oslo, y los Fiordos.

Los preparativos del viaje

Hace ya unos meses que decidimos que nuestro viaje de este verano iba a ser Noruega en crucero. Tuvimos serias dudas sobre la ruta a seguir, y nos planteamos un crucero largo, de 18 días, que llegaba hasta las islas Svalvard, situadas sobre el paralelo 80, en pleno casquete polar. Pero llegar allí suponía, aparte de un desembolso económico importante, casi siete días completos de navegación, y nos parecía excesivo para no haber hecho nunca un crucero.

Nos planteamos también el crucero por las capitales bálticas, pero lo descartamos rápido para escoger el crucero de una semana de duración por los Fiordos Noruegos en el barco MSC Poesía.

Así nos fuimos a la agencia de Viajes el Corte Inglés. Miramos en varias agencias, pero el precio es muy similar, y como nos hacían descuento por ser la semana del crucero, lo contratamos con ellos. Pese a contratar el viaje 5 meses antes de la salida, casi no quedaban ya camarotes disponibles, y las únicas opciones eran suites a precio de oro, y camarotes interiores, que es lo que elegimos.

De la agencia de viajes sólo tenemos buenas palabras. Nos han tratado muy bien, no hemos tenido ningún tipo de problema, y el precio ha sido ligeramente inferior a otras ofertas que teníamos en otras agencias.

Un crucero por los fiordos no es un viaje precisamente barato, no sólo por el viaje en sí, sino sobre todo por el precio de cualquier excursión que quieras hacer. Las ciudades las puedes visitar libremente sin necesidad de contratar excursiones, pero en algunas ocasiones, como Geiranger, o Stavanger, si quieres ver algo no queda otra que ir en excursión, y preparar la cartera para el sablazo.

Nuestro barco

Nuestro barco ha sido el MSC Poesía. A primera vista impacta su tamaño, y por dentro no defrauda. El interior está cuidado al máximo detalle, y los camarotes están bien. El nuestro era un poco pequeño, pero también hay que tener en cuenta que era de los de menor categoría.

Los salones, el casino, la recepción…, todo está decorado en estilo italiano, un poco recargado para mi gusto, pero cuidado al máximo. La tripulación es amable, aunque nos tocó un camarero un poco lento (no importa, estamos de vacaciones, y hay que relajarse).

La cubierta dispone de piscinas, jacuzzis, bares, y hamacas a disposición del pasaje, pero en un crucero de este tipo, donde el clima no es como el nuestro en verano, no lo disfrutas como quisieras. De hecho, ni nos pudimos bañar. No es que hiciera frío, pero tampoco como para darse un chapuzón.

Había dos tipos de restaurante para la comida: buffet y a la carta. El buffet no es maravilloso porque escasea un poco en variedad, pero no está mal. El restaurante a la carta nos gustó más. En cualquier caso, sólo podemos opinar de dos días porque casi siempre estábamos lejos del barco a la hora de comer y no daba tiempo a llegar.

La cena era siempre a la carta, con bastante variedad de platos. En general la comida estaba buena, aunque algunos se quejaban porque decían que todo sabía a lo mismo. Le daría un 7 sobre 10 de nota.

Se puede llevar un paquete de bebidas incluido para las comidas. Teniendo en cuenta que la mayoría de los días no comes en el barco, mi recomendación es que no se coja el paquete y se pague lo que se bebe directamente en el barco. No he hecho cálculos, pero creo que sale mejor.

Si le tengo que poner un pero al barco es que no te dan la posibilidad de un Todo Incluído, como hacen algunas compañas competencia de MSC. No es que las bebidas sean caras en el barco, pero sí limita un poco. El Spa tampoco está incluido, y lo tienes que pagar a precio de oro si quieres usarlo. Sería mejor pagar un poco más y que tengas acceso a todos los servicios del crucero. Pero eso ya lo sabíamos antes, y no fue una sorpresa.

Día 1: Kiel

Para no variar, nuestro vuelo sale muy pronto por la mañana, esta vez a las 7:30, y puntual como un clavo. Hacemos una breve escala en Munich, y llegamos a Hamburgo a las 12:00, donde nos recoge el personal de MSC para llevarnos al barco, que está atracado en Kiel, al norte de Alemania, muy próxima a la frontera con Dinamarca.

La primera impresión del barco nos deja asombrados. No nos podíamos imaginar que fuera a ser tan grande. El check-in fue mucho más rápido de lo esperado, y en poco más de media hora ya estabamos en nuestro camaro
te. Nos habían dicho que el registro era pesadísimo, pero la verdad es que fue visto y no visto. Te toman una foto, te dan la tarjeta para los pagos en el barco, y adentro.

Comimos a eso de las 3 de la ta
rde, y salimos del barco para ver Kiel. No es una ciudad demasiado interesante salvo en la semana internacional de vela, y precisamente estabamos en ella. Durante esos días, la ciudad se llena de puestos de comida internacional, puestos de cerveza, actuaciones por la calle... La pena es que a las 19:00 zarpaba el barco rumbo a Copenhague, y no tuvimos tiempo para disfrutarlo, aunque al menos pudimos hacernos una idea.





Ya en el barco, dedicamos el tiempo hasta la cena a orientarnos por los 15 pisos del bicho, y a deshacer la maleta. Después, lo que iba a ser la rutina de todos los días: Cena, espectáculo en el teatro, y a dormir, que desde primera hora de la mañana ya estabamos más que cansados.

Día 2: Copenhague

En este segundo día de crucero desembarcamos en Copenhague. La mayoría de la gente tenía sus excursiones contratadas con la agencia, pero nosotros decidimos ver la ciudad por libre.

El barco atraca un poco lejos del centro, pero a pocos metros se encuentran los típicos buses turísticos. Allí había dos compañías, los rojos que se pueden ver en muchas ciudades, y otra compañía con los autobuses verdes. Nosotros cogimos los rojos porque parecían tener más frecuencia de paso. El precio es similar, unos 22€. Por allí cerca paran también los autobuses urbanos (línea 26 para ir al centro), y también hay una estación de tren que lleva al centro de la ciudad.

La primera visita por ser lo más cercano fue La Sirenita, que no pudimos ver ya que la tenían en la expo de Shangai (vaya decepción!!!), y en su lugar tenían una horrible pantalla enfocando la estatua en directo.

El bus turístico va parando por los distintos puntos importantes de Copenhague. El que sigue a la Sirenita es la Ciudadela, de la que quedan pocos restos de muralla, pero que han convert
ido en un precioso parque junto al museo de la resistencia.

Amalienburg es la residencia de invierno de los reyes de Dinamarca, junto a la Iglesia de mármol, catedral de Copenhague, y frente al palacio de la Opera, al otro lado del canal. A las 12:00 se puede ver el cambio de la Guardia Real.

El siguiente tramo lo hicimos andando, hasta el famoso Nyhavn, el canal con las casitas de colores a los lados y que sale en todas la postales de la ciudad. Hacía un día precioso para pasear, y las terrazas de la zona estaban llenas de gente. Fuimos hacia el Ayuntamiento y la zona del parque Tivoli, y de camino vimos el bar de hielo de Absolut. Es curioso, pero muy caro. La entrada vale 20€ y te dan un chupito, pero la verdad es que nos gustó bastante.


Cerca de allí está el parque Tivoli, un remodelado parque de atracciones cuyos orígenes se remontan hasta el siglo XIX.

Volvimos a subir al “guiri-bus” para cruzar el canal y llegar a la zona de Christiania, un barrio hippie que tuvo su apogeo en los años 70, y que se mantiene hasta la actualidad. Ahora hay más turistas que hippies, y se ha convertido en una especie de mercadillo de artesanía y puestos de comida, pero aún mantiene cierto aspecto del asentamiento que debió ser hace unos años.

La Opera es un edificio moderno junto al canal justo frente al palacio de Amalienburg, pero no tiene nada de especial salvo estar en una amplia zona verde en la que la gente se concentra a tomar el sol.

Volvimos hasta el Ayuntamiento y recorrimos la calle comercial por excelencia de Copenhague, Strout hasta llegar a los jardines (plagados coma todas las zonas verdes de gente en el césped) y el palacio de Rosenborg, nuestra última visita antes de volver al barco con nuestras zonas visibles rojas por el sol. ¿Quién decía que en Dinamarca no hace calor?

La salida del barco por el estrecho que separa Dinamarca de Suecia permite contemplar los aerogeneradores situados sobre el mar, y en la lejanía, el espectacular puente que llega a territorio sueco, cuya costa bordearíamos durante toda la tarde en dirección a nuestro siguiente destino: Oslo.

Día 3: Oslo

La mañana en Oslo llegó cargada de nubes que amenazaban un mal día, y desembarcamos en pleno centro de la ciudad, junto al Ayuntamiento.

La ciudad es pequeña, y como desembarcas en el centro, te permite recorrerla a pie salvo si quieres ir al parque Vigeland (se puede coger un tranvía en la plaza del Ayuntamiento, o junto a la Opera) o a la península de Bygdoy, accesible por barco desde la plaza del Ayuntamiento. Al igual que en Copenhague, fuimos por libre, esta vez junto con nuestros amigos Edu y Ana, que conocimos en el barco.

Oslo no es una ciudad excesivamente bonita, pero tiene algún punto de interés que sí merece la pena. Del centro y la zona del puerto, que es lo primero que recorrimos al tiempo que el día cambiaba y se abría hasta disfrutar de un sol espléndido, destaca el Centro Nobel, donde se entrega el premio Nobel de la Paz, el Ayuntamiento, el Palacio Real, y la Galería Nacional, donde se encuentra “El Grito” de Munch, y que no pudimos ver por ser lunes, día de cierre del museo.

Nuestro tiempo era muy limitado en Oslo, así que rápidamente recorrimos la principal arteria comercial de la ciudad hasta el palacio de la Opera, un edificio moderno junto al mar, y con una arquitectura peculiar que te permite andar sobre cualquier punto del edificio. Curioso más que bonito.


Para ir al parque Vigeland cogimos un tranvía. Las máquinas expendedoras de billetes no funcionaban, aunque se pueden coger los billetes directamente en el tranvía. Es recomendable hacerlo en la máquina, ya que cuesta 26Kn (unos 3,5€), frente a las 40Kn (unos 6€), que cuesta si te los da el conductor. Un poco caro para un recorrido urbano, pero en fin, estamos en el país más caro de Europa.

Sólo por el parque, Oslo merece una visita. Gustav Vigeland dedicó su vida a este parque, y lo llenó de estatuas que representan los momentos de la vida del ser humano. Tiene un paseo central flanqueado por decenas de estatuas, y un espacio al fondo del parque con una concentración de estatuas maravillosa.

No había tiempo para más, nos quedó por ver la península de Bygdoy, sede de los museos Kom Tiki y del Folklore, pero el barco zarpaba ya destino Stavanger. Algunos de nuestros compañeros estuvieron en una estación de invierno en una ladera junto a Oslo, desde la que se debía tener una buena panorámica de Oslo. No tuvimos ocasión de comprobarlo.

Al barco, y rumbo a Stavanger, la capital del petróleo y las sardinas.

Día 4: Stavanger

Otro día que amanece muy pero que muy feo, con lluvia y esta vez sin visos de mejorar. Llegamos a Stavanger, la capital Noruega del petróleo del Mar del Norte. Coincidimos con el Gran Slam de Voley Playa, uno de los eventos más importantes de este deporte, por lo que la ciudad estaba muy animada pese al mal tiempo.

La principal atracción de Stavanger es el Preikestolen, la famosa roca del púlpito. Para ir hasta allí, se suelen ofrecer dos alternativas: verlo desde el fiordo en barco, o subir a la roca. El tiempo disponible hasta que zarpa el crucero no te deja prácticamente más opción que verlo desde abajo, porque llegar hasta arriba de la roca lleva unas 8 horas entre coger el ferry, llegar hasta el aparcamiento en bus/coche, una caminata de un par de horas, y vuelta a Stavanger.

En la oficina de turismo tienen muchísima información de esta y otras rutas, y te ofrecen excursiones a un precio que ronda la mitad de lo que te cuesta en el barco. Nosotros hicimos con Edu y Ana la excursión en barco por el Lysefjorden (el fiordo de la luz), hasta el púlpito, y que Turismo te ofrece a la salida del barco (no hace falta ni ir a la oficina) por la mitad de precio que la misma que nos ofrecía MSC.

En el tiempo hasta la excursión al fiordo, dimos una vuelta por Stavanger. Es una bonita ciudad con pequeñas casas de madera que tienen su principal exponente en el barrio viejo, donde los habitantes de estas casas las cuidan con dedicación y llenan las fachadas y los jardines de flores.

Es una pena que hiciera tan mal tiempo, porque la vista del fiordo es preciosa. Nuestro barco tenía una cubierta exterior y otra cerrada y climatizada, pero no hemos ido a Noruega a ver los fiordos tras un cristal, así que nos quedamos en el exterior pese a la lluvia, el frío y el viento. Conseguimos colocar unas sillas en la parte trasera del barco, más o menos protegidos de la lluvia. El barco se adentra en el fiordo hasta el púlpito, una impresionante roca plana situada a 600m de altura desde la que se debe contemplar una espectacular vista del fiordo y los alrededores, aunque la lluvia y las nubes bajas no creo que dejaran ver mucho. El barco sigue un poco más hacia el interior del fiordo, donde hay una cascada, y vuelve a Stavanger.

La ciudad tiene un lago interior y una pequeña catedral. La residencia de verano de los Reyes es más parecida a una gran casa de campo que a un palacio, pero el interior barroco merece una rápida visita. El museo del petróleo es otro de los puntos de interés de la ciudad, aunque nosotros no lo vimos.

Siguiente parada, Bergen, y el Bryggen, patrimonio de la Humanidad.

Día 5: Bergen

No parece que este día vayamos a tener más suerte que el anterior. Las nubes están empezando a descargar, y son tan bajas que a pocos metros por encima de los tejados de la ciudad ya no se ve absolutamente nada.

El barco amarra cerca del centro, a unos 10 minutos andando, lo que permite ver la ciudad por libre sin necesidad de excursiones. Hay algunos en el barco que desde Bergen se fueron a Flam, al famoso tren cremallera. El precio que hay que pagar es que no queda tiempo para ver Bergen.

Frente al puerto se encuentra el motivo por el que Bergen es mundialmente conocida, el barrio del Bryggen, un conjunto de casas de colores hechas en madera y que fue la sede los comerciantes de la liga Hanseática, una asociación de navegantes y comerciantes del norte de Europa que dominó el comercio durante buena parte de la Edad Media. Realmente es un barrio encantador, que ni la persistente lluvia consigue desmerecer; al contrario, le da un toque más realista, aunque más molesto. Hoy en día, los bajos de las casas (y en algún caso los pisos superiores), están ocupados por tiendas de regalos y artesanía Noruega. El barrio ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y constituye una visita ineludible en Bergen. Alberga un pequeño museo que muestra las casas tal y como eran en la época de apogeo de la Liga, y la entrada sirve también para el museo Hanseático, situado junto al mercado de pescado.

El centro de Bergen es la típica ciudad Noruega de casas bajas de madera. No tiene ningún monumento de especial interés, pero en conjunto, el casco histórico es bastante bonito.

Se puede coger un tranvía hasta la Iglesia de Fantoft, construída en el siglo XIII completamente en madera. Se encuentra en medio de un bosque, y para llegar, hay que parar en la estación de Paradis, subir las escaleras, y coger una carretera a la derecha hasta un cruce que indica la dirección “StavKirken”. Desde allí ya está indicado el camino. Creo que hay otro camino desde la estación anterior del tranvía (Fantoft), pero no puedo asegurarlo.

De vuelta a Bergen, había dejado de llover y las nubes se habían retirado a mayor altura, lo suficiente para dejar visible un mirador a unos 350m sobre Bergen al que se accede o bien andando, o en funicular (unos 10€ ida y vuelta). No estábamos para muchos trotes, así que subimos como buenos guiris en funicular, para contemplar Bergen desde las alturas. Después nos dijeron nuestros compañeros Loli y Gerard que desde el mirador parten rutas hacia el interior del monte bastante interesantes por el bosque con varios lagos. Nosotros nos limitamos a las vistas desde el mirador.

Y eso es todo por hoy. Rumbo al fiordo más impresionante de todos, Geiranger.

Día 6: Geiranger

Otro día más que amanece muy nublado. Me deprime un poco este tiempo, en un día en el que vamos a ir por la parte alta de los fiordos, y entre niebla no va a ser lo mismo.

Desembarcamos en Hellesylt para hacer una excursión de día completo hasta Geiranger. La primera parada es el lago Hornindalsvatnet, el más profundo de Noruega, con unos 400m en su parte más profunda. Seguimos hasta Stryn, junto al Innviksfjorden y donde desemboca uno de los ríos salmoneros más importantes del país, y en
cuyas orillas disponen pasarelas y cabañas para los pescadores. Entretanto, el día se estaba despejando, y en pocos minutos el cielo estaría completamente azul, y así continuó el resto de la excursión.

Desde allí iniciamos la subida por la antigua carretera hasta una estación de ski de verano, una preciosa ruta salpicada de montañas nevadas, lagos con la superficie aún helada, y cascadas que fluyen por las laderas a ambos lados de la carretera. Por esa zona es habitual ver manadas de renos, pero no era nuestro día de suerte, y nos quedamos sin verlos. Al final de la vieja carretera se encuentra el hotel de Grotli, del siglo XIX, completamente construido en madera, y uno de los puntos importantes en la ruta que unía Bergen y Trondheim.

Después de comer subimos al monte Dalsnibba, a 1500m sobre el fiordo de Geiranger, que se podía ver al fondo. En el otro lado del valle se divisa el extremo del impresionante glaciar de Jostedal, el más grande situado en territorio continental europeo, y que desgraciadamente va retrocediendo por efecto del cambio climático.


De bajada hacia el barco, paramos en el famoso mirador que sale en todas las postales de Noruega, con el fiordo de Geiranger de fondo, y embarcamos sobre las 5 de la tarde.

Pero el día no había acabado, nos quedaba el recorrido en barco por el fiordo de Geiranger, patrimonio de la humanidad y una de las joyas noruegas. Su fama está plenamente justificada; Es un tramo corto, de unos 14Km, pero encajonado en paredes de roca de hast
a 1000m de altura, por las que bajan numerosas cascadas procedentes del Jostedal y otros glaciares cercanos. Algunas de las cascadas son mundialmente conocidas, como la de las siete hermanas, y la del pretendiente, pero hay docenas de ellas.

Tras esos 14Km, el fiordo continúa, pero pierde parte de su espectacularidad porque se abre bastante, y las montañas se hacen más bajas. No obstante, disfrutar del recorrido desde la cubierta del barco es una experiencia inolvidable.

Día 7. Navegación por el Mar del Norte


El viernes lo pasamos en su totalidad navegando de vuelta a Kiel, por lo que no vimos absolutamente nada. Bordeábamos la costa, pero a suficiente distancia como para no poder apreciar prácticamente nada. El día no acompañaba para disfrutar del sol y las piscinas del barco, y lo pasamos casi al completo con nuestros amigos Gerard y Loli, David y Carmen, Jorge y Natalia, y Edu y Ana, todos ellos recién casados. Nosotros éramos los únicos “bichos raros” del grupo, los únicos que llevábamos casados más de 2 semanas.

Es una pena que este crucero esté orientado hacia gente más mayor, lo que hace que la animación del barco se parezca más a una excursión del Imserso que a otra cosa, pero bueno, es lógico que se oriente hacia el colectivo de gente que más abunda en el barco.

Día 8. Desembarco y Hamburgo


Se nos acaba lo bueno. Tenemos que dejar el camarote a las 8 de la mañana porque esa misma tarde el barco sale hacia Copenhague de nuevo, pero esta vez para tomar rumbo al Báltico en lugar de hacia los Fiordos.

Para este último día hemos cogido la excursión que nos propone MSC a Hamburgo porque nuestro vuelo sale a las 18:45 y tenemos todo el día colgado. Tremendo error: la excursión (que nos cuesta la friolera de 103€/persona) sale a las 11:00 de la mañana porque tardamos bastante en desembarcar. Como tenemos algo más de una hora de camino a Hamburgo, realmente comenzamos a las 12:15 con una vista al puerto desde el autobús para llegar a la iglesia de San Miguel.

Segunda en la frente: No podemos ver la Iglesia, que según nos dicen es la más querida por los habitantes de Hamburgo. Había un concierto, del que nuestros organizadores de excursión no tenían ni puñetera idea ya que su ineptitud les impidió comprobarlo antes. Vemos un callejón que por lo visto es típico (no hay más que tiendas), y nos vamos a comer.

Tercera puñalada: El menú. Más simple que el mecanismo de un chupete, unas salchichas o un guiso de pavo. No hay más donde elegir y mucha gente ni siquiera come.

Nos vamos al centro (cuarta). Nos sueltan durante una hora sin explicaciones de ningún tipo, y allá te las apañes. En una hora, sin plano y sin divisar la oficina de turismo, vemos lo justo de Hamburgo.

Tras esto, al aeropuerto a las 3 de la tarde, sin ni siquiera cumplir las 6 horas y media pactadas de la excursión. Una pena que en este último día este desastre de excursión empañe un viaje perfecto.

Menos mal que quedaba lo mejor. Tras coger el vuelo y en la escala en Frankfurt, medio vemos el partido del mundial España-Paraguay. Nos perdimos el final, pero menos mal que teníamos al piloto del avión que nos retransmitía las jugadas más interesantes. Y ganamos!!!

Y se acabó lo que se daba. Llegada a Madrid con un poco de retraso, y a Alcalá de Henares, que mañana tenemos que rehacer las maletas para irnos a la playa a Málaga.

Y después del viaje...

Si tuviera que volver a Noruega, no lo haría en crucero. No porque considere que haya estado por debajo de las expectativas, sino porque creo que un crucero es para un tipo de viajeros muy específico, aquellos para los que la comodidad del viaje prima sobre cualquier otra cosa.

Un crucero permite hacerte una idea de los lugares que visitas, y te da la sensación de no estar viajando, porque tu hotel se mueve contigo. Es además el modo perfecto para viajar con niños.

Pero si como para nosotros lo que prima es ver el máximo posible del lugar que visitas, un crucero te limita bastante, porque tienes el tiempo muy justo, y pierdes la libertad de pasar más o menos tiempo del que a veces desearías.

Personalmente, creo que Noruega es un lugar que hay que visitar por tierra, haciendo largas jornadas porque las 18-20 horas de luz que tiene el día (o más si se viaja hacia el norte) te lo permiten, en una autocaravana, o parando en un pueblecito al borde de un fiordo o de un lago cuando el día llegue a su fin, y comer salmón y un filete de reno donde te apetezca, sin el tiempo prefijado por la llegada y salida de un crucero. Parar más tiempo en Geiranger, ir al Jostedal, subir al Púlpito, parar a menudo para ver los lagos, las montañas nevadas, los glaciares, los fiordos, encontrarte con una manada de renos… y eso en un crucero en imposible. A cambio, no hay que hacer y deshacer maletas diariamente, no hay que conducir y preocuparse en buscar alojamiento, ni buscar un buen restaurante para comer… Es todo cuestión de gustos.