martes, 13 de julio de 2010

Día 5: Bergen

No parece que este día vayamos a tener más suerte que el anterior. Las nubes están empezando a descargar, y son tan bajas que a pocos metros por encima de los tejados de la ciudad ya no se ve absolutamente nada.

El barco amarra cerca del centro, a unos 10 minutos andando, lo que permite ver la ciudad por libre sin necesidad de excursiones. Hay algunos en el barco que desde Bergen se fueron a Flam, al famoso tren cremallera. El precio que hay que pagar es que no queda tiempo para ver Bergen.

Frente al puerto se encuentra el motivo por el que Bergen es mundialmente conocida, el barrio del Bryggen, un conjunto de casas de colores hechas en madera y que fue la sede los comerciantes de la liga Hanseática, una asociación de navegantes y comerciantes del norte de Europa que dominó el comercio durante buena parte de la Edad Media. Realmente es un barrio encantador, que ni la persistente lluvia consigue desmerecer; al contrario, le da un toque más realista, aunque más molesto. Hoy en día, los bajos de las casas (y en algún caso los pisos superiores), están ocupados por tiendas de regalos y artesanía Noruega. El barrio ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y constituye una visita ineludible en Bergen. Alberga un pequeño museo que muestra las casas tal y como eran en la época de apogeo de la Liga, y la entrada sirve también para el museo Hanseático, situado junto al mercado de pescado.

El centro de Bergen es la típica ciudad Noruega de casas bajas de madera. No tiene ningún monumento de especial interés, pero en conjunto, el casco histórico es bastante bonito.

Se puede coger un tranvía hasta la Iglesia de Fantoft, construída en el siglo XIII completamente en madera. Se encuentra en medio de un bosque, y para llegar, hay que parar en la estación de Paradis, subir las escaleras, y coger una carretera a la derecha hasta un cruce que indica la dirección “StavKirken”. Desde allí ya está indicado el camino. Creo que hay otro camino desde la estación anterior del tranvía (Fantoft), pero no puedo asegurarlo.

De vuelta a Bergen, había dejado de llover y las nubes se habían retirado a mayor altura, lo suficiente para dejar visible un mirador a unos 350m sobre Bergen al que se accede o bien andando, o en funicular (unos 10€ ida y vuelta). No estábamos para muchos trotes, así que subimos como buenos guiris en funicular, para contemplar Bergen desde las alturas. Después nos dijeron nuestros compañeros Loli y Gerard que desde el mirador parten rutas hacia el interior del monte bastante interesantes por el bosque con varios lagos. Nosotros nos limitamos a las vistas desde el mirador.

Y eso es todo por hoy. Rumbo al fiordo más impresionante de todos, Geiranger.

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